La cantante Andrea Echeverri y el bajista y productor Héctor Buitrago, “Ruiseñora” y “Conector”, forman el núcleo duro de la banda colombiana Aterciopelados, una de las míticas en la historia del rock latino. Casi 30 años sobre los escenarios deberían dejar un desgaste y no todos pueden jactarse de la vitalidad creativa y la capacidad de reinventarse que exhiben ambos.
Desde inicios de los noventa se ganaron un puesto a la cabeza del punk en el continente, sin abandonar las influencias de músicas folclóricas y tradicionales. En 2012 su álbum Río (2008) fue considerado el número seis entre los diez discos de rock latino de todos los tiempos, según la revista Rolling Stone, por encima de producciones de Santana, Manu Chao y Os Mutantes en una lista que también incluyó a Soda Stereo y Los Fabulosos Cadillacs, entre otras leyendas.
Siguen incombustibles, quizás mejor porque aprendieron a adaptarse al nuevo ecosistema musical. En 2018 lanzaron Claroscura (Sony Music), el único fonograma de inéditos realizado en conjunto, luego de una década de estar desarrollando proyectos en solitario. Con ese álbum, que mereció el tercer Latin Grammy de sus carreras y otra nominación al Grammy, los autores de “Florecita rockera” y “Bolero falaz” añadieron música electrónica a su habitual cóctel de rock y ritmos tradicionales.
Ellos resumen con humor su historia de contradicciones y vaivenes en “Dúo”, uno de los temas de cabecera en Claroscura donde lograron un sonido moderno, electrónico, sin cortar la raíz del punk cachaco que los alimentó en sus inicios.
De este disco es el tema “Ay Ombe (Vamo’ a Relajar el Pony)”, compuesto por Buitrago, cuyo video estrenaron este 8 de marzo en el contexto de movilizaciones feministas en América Latina. La canción interpretada junto a la estrella del vallenato Jorge Celedón en un remix electrónico de Bleepolar, se opone a la violencia machista y apoya a las mujeres que quieren abandonar las relaciones tóxicas, al tiempo que exhortan a los hombres que ejercen la violencia a repensar sus acciones y pedir perdón.
LA VOZ DE ATERCIOPELADOS
Conversé con Andrea Echeverri (también artista de la cerámica, feminista…), a finales de 2019, a propósito del memorable espectáculo del grupo en el Festival Patria Grande, un puente entre la escena cubana y la música contemporánea latinoamericana, enfocado en el ámbito del rock.
Los colombianos ya habían estado en la tercera edición del evento (2016), sin embargo, su concierto de entonces se interrumpió a la media hora ante la noticia del fallecimiento de Fidel Castro el 25 de noviembre de ese año.
“En 2016 todo se canceló. Para nosotros fue todo un esfuerzo llegar hasta Cuba y cuando lo suspendieron fue súper raro, súper triste…”, recordó.
- ¿Tienen influencia de la música cubana?
Toda Latinoamérica ha escuchado música cubana, sobre todo bailable. La música tropical cubana con la que crecimos nos ha influenciado a todos, aunque sea de una manera lejana porque Aterciopelados somos medio punks. Además, fui muy fans de Silvio Rodríguez en la universidad, lo vi una vez que fue a Bogotá al teatro Jorge Eliécer Gaitán. Recuerdo que en la universidad no teníamos discos, circulaban casetes que la gente se grababa. Ahí circulaban Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. También rock argentino. Eso era lo que escuchábamos en esa época, así que por ahí pueden ser nuestras influencias.
- ¿Qué ha cambiado y qué no de los primeros Aterciopelados a este momento?
Pues muchas cosas han cambiado. Vamos a cumplir 30 años de hacer música juntos Héctor Vicente Buitrago y yo. Imagínate en 30 años cuántas cosas pasan y cambian. Muchísimas a nivel personal, profesional, familiar. Cambian tu cuerpo, tu mente. Te estás volviendo viejo y en un comienzo eras joven, loco, intenso (ríe). Pero hay cosas que a uno lo marcan desde pequeños y esas siguen firmes, como el tipo de música que uno escuchó, el mensaje que quiere dar.
Crecimos oyendo canción protesta, a Víctor Jara, Violeta Parra, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa… También punk. No somos músicos de academia, más bien nuestra aproximación es mucho más de sensibilidad y de lanzarnos a hacerlo con los pocos ingredientes que tengamos, pero le damos mucha importancia a las letras, a lo que queremos decir. También le damos importancia a las fusiones en la música, a buscar una cosa nuestra, una identidad, algo que nos haga distintos a los demás. Tenemos ese elemento de rebeldía que sigue siendo importante y luego también una experimentación, eso va muy con Héctor, que es el que produce y todo el tiempo está investigando, oyendo músicas nuevas. Queremos mezclar todo y hacer algo muy nuestro.
El disco Claroscura, sobre todo, tiene mucho recorrido, muchos kilómetros, muchos mensajes más maduros, pero a la vez juega con distintas músicas y juega a sonar actual, moderno y diferente. Tratamos de no repetirnos y buscar siempre cosas creativas y sorprendentes.
- ¿Qué define el sonido de Aterciopelados hoy? ¿Cómo recibieron sus fans esa evolución?
Como te dije el último disco tiene un sonido muy moderno, pero a la vez dimos importancia a los mensajes que aterciopelados ha ido construyendo a través del tiempo, que tienen que ver con ecología, derechos humanos, feminismo, con lo ancestral... Entonces nuestro sonido por un lado tiene ese peso conceptual, esas ganas de dar mensajes, pero a la vez hay mucho juego con las músicas. Somos muy eclécticos y pasamos de estar bailables, felices, arriba, a estar súper deprimidos, melancólicos y todos los matices entre los dos estados. Queremos sonar actuales, eso está chévere, pero a la vez en vivo somos orgánicos y no hay muchas pistas, grabaciones ni nada, somos los músicos ahí tocando.
Los fans lo han recibido bien. Hay seguidores de toda la vida, gente contemporánea a uno, pero también otros más jóvenes a quienes los papás le ponían Aterciopelados. Cuando llevas vigente y haciendo música tantos años también sirves como puente generacional. Ahí vamos. Generalmente a nuestros conciertos asisten públicos de todas las edades, desde gente grande a jovencitos.
- ¿Algún fonograma nuevo en camino?
No estamos muy seguros de hacer un disco completo otra vez. Cuando regresamos con Claroscura el mercado estaba ya totalmente cambiado y parece que ahora cuando haces un disco completo, luego de que lances dos o tres canciones todas las plataformas te dicen que eso ya es viejo. Nos dimos cuenta en carne propia. Ahora van lanzando temas y luego de que publiques un número determinado de canciones, entonces las juntas y viene un disco. Tiene más sentido comercial así, digamos. Si no, como ya dije, las plataformas y los lugares donde puedes distribuir tu música consideran que esa producción es vieja, así que vamos a funcionar más de esa manera.
MÁS VIDEOS A LA VISTA
Aterciopelados ha retomado presencia audiovisual y de qué manera. El 22 de noviembre pasado sorprendieron con un cover de "En la ciudad de la furia", la canción que la “Ruiseñora” cantó en MTV Unplugged (1996) junto a su autor, el legendario Gustavo Cerati de Soda Stereo. La colombiana disfrutó trabajar la versión que define como “súper chévere, tiene un video buenísimo”.
También formarán parte de la serie Ruido Capital, sobre la Bogotá de los años noventa. “Compusimos una canción tema para la serie y actuamos ahí un poquitico así como medio Hitchcock, de laíto. Estamos haciendo muchos videos”.
Lo mejor es que el mensaje de la banda, mucho tiempo después de que pusieran el rock colombiano en la mira del mundo, sigue siendo el de la aceptación, la reconciliación y el respeto al otro. Por ahora, la última revelación audiovisual de los “Atercios” es el que estrenaron el pasado fin de semana, de corte feminista, producido como tesis de varios estudiantes de cine.
“También filmaremos ‘Soñemos un bosque’. La idea es trabajar con una chica que se llama Dayra Benavides. Ella tiene un trabajo hermosísimo en trajes y ha ganado tres premios en el Carnaval de Negros y Blancos (Nariño, Colombia). Queremos utilizar sus trajes fantásticos, increíbles, y también trabajar con otros chicos que están haciendo realidad virtual”.
- En América Latina se viven tiempos de convulsión social y política en varios países, ¿algún mensaje para sus pueblos?
Digamos que alguna canción con un mensaje directo, pues… Precisamente cuando estábamos ayudando a convocar al paro del 21 de noviembre en Colombia, estuvimos hablando que en 2020 cumple 25 años un disco muy importante nuestro: El Dorado. Notamos que una cantidad de canciones nuestras que tienen más de 20 años y hablan de la violencia, la desigualdad, podrían ser escritas hoy. Es lamentable, muy triste.
Hemos estado trabajando con la Comisión de la Verdad. En 2019 hicimos dos o tres eventos con ellos interpretando un repertorio que recopila todas esas canciones antibélicas, anticorrupción o que hablan de casos de violencia específicos. Por ejemplo, compuse una para el documental Retratos de familia, que habla de los “falsos positivos”, un crimen de Estado terrible: en Colombia secuestran civiles, los visten como guerrilleros, los matan y los ponen en el campo de batalla. Hacia adentro de las fuerzas militares eso funciona casi como una empresa, si matas más guerrilleros tienes ventajas, es horrible y parece una película de terror.
El caso es que tenemos un repertorio amplísimo y muchas veces lo que hacemos es juntarlo. Vamos a ver qué sale próximamente en todo caso, porque las cosas que oyes y ves todos los días van doliendo, causando un efecto.
- ¿En qué momento crees que está el rock en español?
Depende del país, pero es un género un poco como de nicho. Definitivamente lo masivo hoy es el reguetón. Sin embargo, hay muchos representantes del rock en español buenísimos. Hace poco estuvimos en un festival en México, en Hermosillo, y actuaba Café Tacuba. Vimos todo su show y es una propuesta increíble. Se les nota sus 30 años, es una cosa vibrante pero madura, sorprendentemente bien armada, muy linda. Así también hemos visto a los Caifanes, y a los Babasónicos. Cada vez en los festivales te vas encontrando con colegas del rock en español que están muy bien (ríe). Estamos haciendo una música muy linda. Tal vez no seamos los más populares, pero seguimos firmes.
Una versión de esta entrevista se publicó originalmente en la revista El Caimán Barbudo